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El gaucho y el teodolito.
Este post implica una anécdota divertida, de entre las muchas que tienen lugar en el campo.
Lo que paso a contarles es de la época en que yo era todavía estudiante y habíamos ido a una zona bastante aislada, en el interior provincial, a realizar- entre otras cosas- una práctica de manejo de teodolito.
Por supuesto, se trataba de una época en que todavía no contábamos con cámaras digitales o celulares inteligentes, de modo que cuidábamos cada foto que tomábamos, porque los rollos eran caros, y otro tanto pasaba con la revelación de la película.
Cuando estábamos en eso, con un compañero manejando el teodolito, y otro a cierta distancia acomodando la mira en los sitios de interés, apareció de quién sabe dónde, un gaucho a caballo, con sus mejores galas, que nos saludó muy respetuosamente, diciendo que nos había visto por la mañana y nos había observado en nuestro trabajo.
«Ahí me fui pa’l rancho a ponerme mejor pilcha- nos dijo- antes de venirme p’a este lado a saludar».
Todos asumimos que nuestra presencia era todo un acontecimiento en su vida aislada, y le dimos un poco de conversación, mientras seguíamos en lo nuestro.
Como era un hombre bastante mayor, no queríamos ofenderlo dándole indicaciones, pese a que entorpecía bastante la tarea, porque se ponía con su caballo, invariablemente en la visual del aparato, y nuestro «mirero», tenía que desplazarse de un lado a otro según las señas del responsable del teodolito, que no podía anotar las lecturas, porque siempre se le cruzaba el gaucho en el medio.
Después de un rato de esta loca coreografía, en la que el mirero se corría a un lado, y el jinete hacía exactamente el mismo movimiento, siempre interrumpiendo la visual del teodolito, arrojamos la toalla, porque todo se demoraba muchísimo, y decidimos hacer un recreo hasta que ese buen hombre volviera a lo suyo.
Hucimos pues un alto e invitamos al gaucho con unos criollitos y café del termo, conversamos unos minutos más, y finalmente él decidió marcharse, pero no sin antes pedirnos con toda amabilidad:
«Cuando vuelvan a venir, ¿me pueden traer las fotos que nos sacaron a mi caballo y a mí esta tarde?»
¡Y por fin entendimos, que el buen hombre estuvo posando todo el tiempo para nuestro teodolito!
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Un abrazo y hasta el lunes. Graciela.
P.S.: La imagen que ilustra el post es de esta página.
Otra anécdota desopilante.
Esta anécdota les va a parecer increíble, pero es absolutamente real, y cuando ocurrió, me dejó a mí misma de una pieza.
Por supuesto, aunque lo rcuerdo perfectamente, me reservo el nombre de la ex alumna involucrada, por aquello de que se puede decir el pecado, pero no el pecador.
Esto ocurrió hace más de veinte años, en un examen parcial final y escrito, por el mes de noviembre.
Era una tarde de muchísimo calor y yo estaba tomando ese examen en el aula que por ese entonces llamábamos cariñosamente «la cueva», por su ubicación en el edificio, y porque estaba siempre lleno de tierra, fragmentos de minerales, astillas de rocas, etc., etc, precisamente por la actividad que allí desarrollábamos.
Entre los alumnos, había una chica de aspecto algo «hippie» como decíamos en la década del 70, muy inteligente, pero muy particular también.
En un momento dado, (hablo de hace más de 20 años atrás), debido a la canícula, se quitó las sandalias y continuó escribiendo «en patas». Y así, «pata pila», se levantó y llegó a mi escritorio a hacerme una pregunta.
Cuando llegó a mi lado, se dio cuenta y me dijo:
-Ay, disculpe, profe que esté sin las sandalias, ¡pero es que hace tanto calor!
A lo que yo le respondí:
-A mí no molesta, si a vos no te molesta ensuciarte los pies, porque el piso es una mugre…
-Bah, ¡si viera la mugre que hay en mi casa!- me contestó ella, y todavía no me repongo de la impresión.
La foto que ilustra el post es de este sitio.
Un piropo geológico.
Si algo me caracteriza es que tengo ojos grandes y verdes, lo que me ha valido muchos chistes y cargadas, pero también algunos piropos como éste que me dijo un colega, al que no conocía, en un evento social de un congreso.
-Disculpame, ¿pero puedo decirte Gneis, ya que no sé tu nombre?
– ¿Y por qué gneis?
-Porque lo primero que noté fueron tus ojos.
Ingenioso el muchacho, ¿no les parece? Por supuesto resultó ser un tipo divertido, con el que compartí bastante tiempo en ese congreso, siempre con humor y buena onda. Un recuerdo para él.
Aclaro que la foto no tiene nada que ver con ese congreso, sino que es de una de mis presentaciones en teatro, donde bailé una milonga, y es mucho más reciente.
¿Cómo es eso de los ríos?
Esto sucedió hace muchos años en un examen de Geografía Física, en plena Universidad.
Se le había preguntado al alumno que rendía, acerca de las principales cuencas fluviales de Argentina, y él, muy suelto de cuerpo, se paró frente al mapa de la República, y respondió, moviendo sobre él su mano extendida:
-«En Argentina hay dos grandes grupos de ríos: los que corren de izquierda a derecha, y los que corren de arriba a abajo».
No pregunten el resultado del examen, porque ya lo pueden imaginar…
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Un abrazo y hasta el miércoles. Graciela.
Una anécdota divertida.
Como hoy el blog cumple un año más, me parece adecuado contarles una anécdota propia y divertida.
Esto sucedió hace mucho tiempo, cuando nos invitaron de canal 10 para hacer un reportaje sobre un proyecto muy grande en el que estábamos analizando el estado de erosión en determinadas cuencas de nuestra provincia.
Fuimos, pues tres colegas varones y yo. Al llegar, a mis compañeros les colocaron base de maquillaje y algo de color para mejorar cómo se los vería en cámara. Yo ya estaba maquillada, de modo que no pasé por el mismo proceso.
Después de un reportaje muy interesante, del que lamentablemente no conservo registro, decidimos pasar por un café del centro, para comentar cómo había transcurrido la entrevista.
Todos pedimos nuestras geseosas y cafés, y cuando el mozo nos sirvió, se quedó parado mirando fijamente a los ingenieros, sobre todo a uno de ellos que ostentaba un grueso bigote.
¡Y allí caímos en la cuenta de que ninguno se había quitado el maquillaje! Y ojo, que hablo de hace más de 25 años, cuando un hombre con maquillaje, y en la vía pública era una verdadera rareza.
Un abrazo y hasta el próximo lunes, con un post mucho más serio. Graciela.
P.S.:, la foto que ilustra el post es de otro reportaje mucho más reciente, los que aparecen son Mariano Cardarelli y el Pulpo, además del camarógrafo, y nadie estaba maquillado en ese caso.