Archivo de la categoría ‘Anécdotas Geológicas’
Las diez situaciones más placenteras que pasé en mi trabajo de campo.
Hace bastantes viernes atrás, subí el listado de las 10 situaciones más peligrosas que pasé en el campo, con la promesa de ir contándoselas en detalle, a lo largo de nuestros encuentros de inauguración del fin de semana.
Todavía no he contado muchas de esas anécdotas, pero ya les estoy subiendo otro listado, que también dará pie a nuevas charlas.
Esta vez se trata de los momentos más gratos.
Como ven, nunca nos faltarán temas, ni excusas para compartir una charla saboreando un café virtual.
Etos son los momentos que recuerdo con placer, y que les irá contando a lo largo de muchos viernes:
- La noche estrellada en Tasa Cuna.
- La noche del descanso entre las piedras del Cerro Colorado.
- El asado en la Estancia durante el Congreso Dark Nature.
- El juego con el perro «comepiedras».
- El paisaje en la divisoria de aguas en Vaquerías.
- El baño en el Río Los Tártagos (que también es motivo de una anécdota risueña)
- El delicioso e inesperado chapuzón en la pileta del Hotel de Alta Gracia.
- El asado junto al río en el Congreso de San Luis.
- El paseo a la casa de té en Alemania.
- Las tortas y masas caseras que llevaron al campo mis alumnas de Geografía.
Ya está el listado, esperen a enterarse de los detalles, vale la pena.
Un campamento accidentado y peligroso.
Ya en un post anterior les presenté las diez situaciones más peligrosas que he vivido en el campo durante mi carrera profesional.
Y como prometí entonces, comienzo a narrar cada uno de esos eventos.
El primero, y con mucho, el más peligroso fue cuando nuestro campamento fue enteramente revuelto por la Policía Federal y Gendarmería en un operativo conjunto, durante la dictadura de 1966 a 1973 , menos mencionada tal vez, pero no menos lesiva que la del 76 en adelante.
En la imagen pueden ver el sitio aproximado donde ocurrió, en el año 1970, cuando yo era estudiante, y estaba participando de un campamento de trabajo en el Arroyo Saguión, en la Provincia de Córdoba.
En esa oportunidad el objeto era hacer una práctica de manejo de instrumental, de modo que estábamos levantando el lecho con plancheta, brújula taquimétrica, teodolito y a paso y brújula de mano, en distintos trechos.
El primer día llegamos- mis compañeros Juan Carlos († ) Ricardo y yo, con el profesor Dr. Marcelo Pensa († )- armamos las carpas y partimos al extremo más alejado de la zona que debíamos mapear, para ir desde allí acercándonos al campamento, mientras realizábamos las mediciones del caso.
Esa noche cenamos junto al fuego, y nos retiramos a las carpas, después de cantar un rato, y disfrutar la serenidad del paisaje.
A la mañana siguiente, luego de desayunar, partimos caminando sobre el lecho de arena, con la intención de llegar al último punto levantado el día anterior y desde allí regresar trabajando.
Habríamos caminado unos 600 o 700 metros, cuando de pronto, desde las márgenes del arroyo, saltaron hacia el lecho, una docena o más de gendarmes y policías federales empuñando armas largas con las que nos apuntaron mientras nos rodeaban gritando «¡No se muevan! ¡Manos arriba! ¡Tiren las armas!»
Pararnos y levantar las manos fue fácil, pero ¿tirar las armas? ¿qué armas? Después supimos que ellos habían tomado el estuche del trípode de la plancheta por una escopeta o vaya a saber qué.
No puedo decirles cómo me temblaban las piernas, y el terror que significó que nos llevaran de regreso al campamento, con las manos en alto, en fila india y rodeados de gente armada que no paraba de dar órdenes a los gritos.
Cuando llegamos al campamento, lo encontramos todo patas arriba, ya que otro grupo de militares que allí esperaba se había ocupado de desarmar las carpas, los bolsos, y revisar también la camioneta.
El terror duró varias horas, porque en esa época sin celulares, dependíamos enteramente de las radios de que disponían los militares, y a ellos no les interesaba en lo más mínimo que llamáramos a nadie.
Cuando el profesor explicó lo que hacíamos y dijo que pertenecíamos a la Universidad, tampoco se les movió un pelo, y sólo nos salvó el hecho de que el Dr. Pensa era también docente en el Liceo Militar General Paz, y cuando lo mencionó, fue que los gendarmes se comunicaron con las autoridades del liceo que respondieron por él.
Creo que a eso le debemos no haber desaparecido entre tantos otros.
Por cierto, cuando después de varias horas nos dejaron en libertad, no nos quedó tiempo más que para juntar las cosas y volver a casa, en mi caso, todavía temblando.
A partir de ese día, cada vez que hacíamos salidas al campo, pasábamos antes a reportarnos ante la autoridad policial más próxima, lo que a aveces llevaba hasta una hora de explicaciones.
Para dimensionar el riesgo les recuerdo que el año anterior había sido el Cordobazo, y ese mismo año, la toma de la Facultad de Ciencias Exactas en la que yo estudiaba, toma en la que me tocó estar, y que puedo decir que fue uno de los peores horrores que conocí. Si no la he incluido en la lista es solamente porque no ocurrió en el campo.
Ahora, ya que estamos, les cuento algo sobre el Arroyo Saguión, que forma parte de la cuenca de las Salinas Grandes, región del noroeste de la Provincia de Córdoba, que ostenta un clima semidesértico, por lo cual los cursos de agua tienen sus nacientes en las partes altas de las sierras, donde las precipitaciones son más frecuentes. El arroyo normalmente se encuentra seco, como casi todas las corrientes que en su mayor parte se insumen en las parte baja para formar parte de las aguas subterráneas.
Esto determina que la cuenca se considere arreica en parte y endorreica en su conjunto.
Si este post les ha gustado como para llevarlo a su blog, o a la red social, por favor, mencionen la fuente porque esta página está registrada con IBSN 04-10-1952-01.
Un abrazo y hasta el miércoles. Graciela.
P.S.: La imagen que ilustra el post es obviamente de Google maps.
El top ten de los momentos más risueños que pasé en el campo.
Así como hice antes otros listados, que serán el germen de futuros posts donde cada uno de los hechos mencionados tengan su protagonismo, hoy le toca a los momentos graciosos que todos pasamos alguna vez en el campo.
Por cierto, aclaro que cuando se está en el campo durante muchas horas, con trabajos a veces casi rutinarios, el umbral de la risa está muy bajo, y con muy poco se divierte uno, y almacena lindos recuerdos.
Acá va la lista de los diez más memorables:
- Los chanchitos perdidos.
- La foto y el teodolito.
- La compra del mapa y su traducción.
- La parada en la estación de servicio, después de muestrear loess.
- El día en que observamos las aves. Esta anécdota ya se las conté y pueden ir a recordarla en el correspondiente post.
- El sapito en el río.
- El baño vespertino en Cerro Colorado.
- El Dr del Uranio.
- ¿En qué sentido…
- La escala de la fotografía aérea.
Sólo denme tiempo, y les contaré cada una.
Un abrazo y nos vemos el lunes. Graciela.
P.S.: para ilustrar un post que es un recuento de bloopers, elegí una foto que es en sí misma un blooper, ya que fue tomada desde el teleférico sobre Caracas…pero detrás de un vidrio que estaba completamente esmerilado y además mugriento. Eso es lo que salió….
Las diez situaciones más peligrosas que pasé en mi vida profesional.
Los que ejercemos la Geología y pasamos muchos días trabajando en el campo, necesariamente acuñamos anécdotas de toda clase. Las hay extrañas, risueñas, placenteras y también peligrosas.
Ya les he contado varias, pero ahora se me ocurrió hacer el listado de los mayores peligros que he debido sortear, con la promesa de ir convirtiendo esas situaciones, una por una, en posts, ya que sus detalles son superjugosos, y dan para una charla de viernes.
Por ahora comienzo con el listado, después vendrán los posts.
- El allanamiento de nuestro campamento en Saguión durante la dictadura.
- La toma de la facultad cuando todavía era estudiante.
- Cuando nos corrieron a escopetazos del Cerro Cuadrado.
- Cuando nos chumbaron una docena de perros en Pampa de Olaen.
- El hombre armado que nos corrió de su cultivo ilegal en terrenos del ferrocarril.
- La tormenta eléctrica que nos sorprendió en un Práctico de Campo con mis alumnos en Falda del Cañete.
- Otra tormenta pavorosa en los Gigantes.
- Cuando nos sorprendió la noche bajando del Cerro Colorado.
- Cuando descubrimos las huellas del puma que rondaba nuestro campamento.
- El trompo con el auto volviendo del Congreso en Paraná.
Todas estas historias, son sabrosas, y a todas las contaré en detalle. Lo prometo.
Un abrazo y hasta el próximo lunes. Graciela.
¿Qué es la fiebre del oro, profesor?
Esta anécdota me fue relatada como verídica por mi colega, el Dr Pedro Leonardi. Ignoro si es totalmente cierta, pero al menos es lo bastante graciosa como para compartirla con ustedes.
Cuenta mi colega que estaba dando una clase de Geografía en un colegio, y adornaba su exposición sobre yacimientos minerales con la entretenida historia de la Fiebre del Oro en el lejano oeste americano.
Después de referirse largamente a ella, y de haber repetido muuuuchas veces la expresión «la fiebre del oro», quiso saber si algún alumno tenía alguna duda al respecto, y fue allí que un estudiante, que bien poca atención habría prestado seguramente, preguntó:
-Y dígame , doctor, ¿todos los loros tenían la misma fiebre?
Supongo que en ese momento el profe habrá caído de espaldas con las patitas en el aire, mientras sonaba «¡PLOP!» como en las historietas, pero no estuve allí para atestiguarlo.
Espero que se hayan entretenido con esto. Un abrazo y nos vemos el lunes con algo mucho más científico. Graciela.
La imagen que ilustra el post es un recorte de una de las fotos que tomó el Pulpo en su visita al museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles, Estados Unidos de Norteamérica.