Archivo de la categoría ‘Geología y literatura’

Un libro muy interesante.

Ya les he contado muchas veces que además de muchas otras cosas, soy un ratón de biblioteca, siempre a la pesca de lecturas interesantes. En este caso, en una de mis visitas a una compraventa de viejos libros, encontré esta maravilla.

Se trata de una edición de hace 70 años, en la que se narra en primera persona el primer ascenso al cerro Mercedario, de la Cadena Ramada, que tuvo lugar en 1934. Ese mismo equipo de polacos, en el mismo viaje, inauguró la ruta oriental al Aconcagua, que, hasta la década del cincuenta al menos, nadie más repitió por su extrema dificultad.

Esa expedición no era meramente deportiva sino que intentaba obtener información de valor científico, razón por la cual estaba integrada por seis profesionales de diversas disciplinas, entre ellos un geólogo.

Todo eso le da al libro un valor agregado que me hace incorporarlo a mis recomendados, pero que luego de haberlo devorado como lo hice, puedo prometerles que será motivo de numerosos posts y comentarios, ya sea de los días lunes o de los días viernes; porque tanto el aspecto literario como el científico (para 1934 cuando ocurrió el ascenso) son extraordinarios.

Por hoy voy a limitarme a presentarlo y luego, a lo largo del tiempo le sacaremos juntos, todo el jugo posible.

El título, como se lee en la portada es «Más alto que los cóndores» y tiene por subtítulo: «Sobre los techos de los cerros Mercedario, Ramada, Alma Negra, La Mesa y Aconcagua».

Su autor es Víctor Ostrowsky, quien era el fotógrafo profesional de la expedición.

La Editorial es Albatros de Buenos Aires y la primera edición es de Septiembre de 1954. Yo tengo la segunda edición, que es de Noviembre del mismo año y que abarca 339 páginas.

Se trata de una edición rústica, pero que incluye un mapa y numerosas fotografías, obviamente en blanco y negro, además de un apéndice con el listado de las expediciones que hasta ese año habían conquistado por primera vez picos de más de 7.000 metros de altura en todo el mundo.

El libro es de lectura amena e interesante, y lo he visto en la red por precios realmente elevados, cuando de las primeras ediciones- con valor histórico- se trata, pero les aseguro que vale cada centavo porque se disfruta cada coma en él.

Sobre todo lo valorarán los deportistas de alta montaña, y los que como yo, pese a haber recorrido sólo picos muchísimo más bajos, amamos las descripciones topográficas, geológicas y litológicas cuando están bellamente escritas.

No dejen de volver al blog para encontrar los posts que este libro me sugiera.

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Un abrazo y hasta el miércoles. Graciela.

Un anuncio que me es muy caro

A lo largo de las últimas semanas estuve trabajando en el proceso de subir mi nuevo libro a la plataforma de Amazon, donde pueden comprarlo, ya sea para descargar en Kindle (libro electrónico), o en formato tapa blanda. También pueden descargarlo gratuitamente si tienen una suscripción premium; o hasta leerlo por fragmentos sin costo. 

El libro se llama «Mikartita Sabeuntoko, la tarotista japonesa y sus locas predicciones», y está basado en el mismo personaje que nació en mi otro blog. Por supuesto mucho del material es el que subí allí alguna vez, pero está modificado, ampliado y editado, de modo que resulta bastante diferente, y todo el libro es bastante más extenso que la suma de aquellos posts de Mikartita.

Los invito a pasar por mi página de autor en Amazon, para ver ése y los demás libros de mi autoría. Para eso sólo deben seguir este link.

Este post se relaciona con la Geología, simplemente a través mío, como una actividad alternativa de una geóloga, ¿qué tal?


P.S.: Recuerden que cualquier cosa que quieran usar de este blog debe incluir la  mención de la fuente, porque todo en él tiene protección de propiedad intelectual.


Procesos geológicos en la literatura

Hoy les presento un texto extraído del libro de Susanna Tamaro titulado «Escucha mi voz».

Mi madre vivió plenamente su tiempo, se dejó arrastrar por aquella corriente colectiva sin sospechar la inminente vorágine del precipicio. Habiendo crecido sin raíces sólidas la arrolló el ímpetu del torrente, no era un sauce, que podía ser embestido por la crecida y permanecer en su lugar, sino, en realidad, una humilde brizna de hierba, como decía en su poesía. El terrón en que había nacido había caído en la corriente, obligándola a una navegación en solitario. Puede que ante el estruendo de la cascada, que al cabo de poco la arrojaría a lo desconocido, haya sentido nostalgia de esas raíces que nunca tuvo.

En el fondo, pensé, la estructura de un hombre no difiere mucho de la de un terreno cárstico: en la superficie se suceden días, años, siglos de un tiempo histórico en continua transformación- por encima de él pasan coches o carrozas, simples excursionistas, o un ejército vencido- pero por debajo la vida permanece intacta, siempre igual a sí misma. No existen variaciones de luz ni de temperatura en esas cavernas oscuras, no hay estaciones ni tranformaciones, los urodelos chapotean felices tanto si llueve como si hace sol y las estalactitas continúan bajando hacia las estalagmitas como enamorados separados por una divinidad perversa. En ese mundo creado por el agua todo vive y se repite con un orden casi invariable…

Por cierto que si nos ponemos estrictos, el texto es interesante como metáfora pero arroja una falsa luz sobre los procesos geológicos, ya que los paisajes cársticos son todo menos invariables. Y su estabilidad es bastante efímera si se los mira con los ojos de un geólogo. De todos modos, es muy destacable cómo se intenta contraponer el ruidoso devenir humano, con los silenciosos procesos naturales.

Pasen un buen fin de semana, y vuelvan el lunes a leer un post científico. Un abrazo. Graciela.

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Un texto de Ángeles Mastretta

Ustedes pueden darse el lujo de recibir un servicio gratuito: alguien que lee por ustedes, y les presenta textos increíbles, simplemente porque se relacionan con la ciencia que nos convoca.

Hoy es un párrafo de «El mundo iluminado» de Ángeles Mastretta, dueña de un talento especial en el manejo de la palabra.

…Los volcanes estaban ahí siempre, como el cielo y la tierra, como la catedral y el zócalo. El nueve de octubre de 1949, en una expedición a escalarlo, murieron dos personas. Yo nací ese día y debo tener en un hueco del inconsciente, la memoria precisa de tal expedición. Debe ser por eso, que así como no le temo al mar, porque no nací cerca de las historias de horror que lo rodean, no trato a los volcanes sino de lejos. Dicen que el mar se traga a las personas, que muchos no vuelven de su encuentro con él, que es ruin, implacable y misterioso. Eso mismo digo yo de los volcanes. Están ahí para mirarse, para preguntarles cosas: ¿Cómo era el mundo cuando ellos despertaron? ¿Qué pensaban los aztecas? ¿Qué odio lloraban sus enemigos? ¿Qué ambición y qué sueños rumiaban los españoles que los pisaron por primera vez? ¿Qué hay de cierto en la leyenda de sus amores? Están ahí para contarnos victorias secretas y guerras desconocidas, pero no para transgredir la soledad de sus cumbres. Porque así como saben del mar quienes nacieron acunados por su música, sabemos que son arduos los volcanes quienes nacimos bajo el silencio implacable de sus cúspides.

Otro párrafo de «Tango en el paraíso» de Robert James Waller.

Ya antes les he presentado este libro y este autor, hoy les agrego un parrafito que vale la pena leer. Sobre todo presten atención a la reacción de algunos ante las noticias que no quieren escuchar…

El experto en ecología les había advertido de que sus días allí estaban tocando a su fin, a menos que cambiaran drásticamente sus costumbres, Les dijo que estabana agotando el acuífero de Ogallala y los pastos. Y añadió que estaban dejando que el viento se llevara la capa de suelo productiva que ya de por sí era muy fina.

Ellos lo habían escuchado primero en el discurso que dio en el gimnasio de Livermore, donde casi lo echan de la tarima a base de abucheos. Luego, cuando ya se dirigían hacoia sus coches, alguen dijo que al menos deberían buscar un barril de alquitrán caliente y mandarlo con el trasero emplumado de vuelt a su casa en el Este.

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