Archivo de la categoría ‘Geología y Mitología’

El monte Quimera, otra puerta del Infierno

Ya hace un tiempo les presenté, a través de una entrevista televisiva que me hicieron, los diez sitios que se han dado en llamar «Puertas del Infierno», y les hablé de dos casos particulares también. Hoy nos internaremos en el tercero: el del Monte Quimera.

¿Dónde queda el Monte Quimera?

Este monte, de nombre inspirado en la mitología griega se encuentra en lo que es hoy Turquía, razón por la cual tiene también otro nombre turco. Se trata del Monte Yanartaş, palabra que en idioma turco significa rocas ardientes, ya que lleva siglos en llamas.

Su situación geográfica es próxima al Valle de Olimpo y la ciudad homónima, que se sitúan a su vez a unos 40 km de la ciudad de Antalya, al sudoeste de Turquía, entre el distrito central de Kemer y la ciudad de Beldibi,

¿Qué puede decirse en general de él?

La característica que hoy nos convoca y que hace de él un atractivo turístico es que arde de manera permanente debido a filtraciones desde una reserva subterránea de hidrocarburos gaseosos, de origen tanto biótico como abiótico, como veremos en seguida.

¿Desde cuándo está ardiendo?

Según se calcula, lleva ardiendo unos 2.500 años, ya que el fenómeno fue por primera vez mencionado por el historiador griego Ctesias en el siglo V a.C. Sin embargo, fue recién en el año 1811 que se le dio el nombre de Quimera como reconocimiento al ser mitológico que escupía fuego y fue combatido por Belerofonte.

¿Cuál es su contexto geológico?

El monte Quimera forma parte del Complejo Antalya, que incluye varias zonas de rumbo N–S, comprendiendo un rift del Mesozoico temprano, formación de una cuenca, desarrollo de un margen pasivo, colapso y cierre durante el Eoceno. Con posterioridad, durante el Mesozoico- Cenozoico. se deposita una plataforma carbonática que constituye dos cinturones separados: el de Beydagları al oeste y el de Kemer al este.

En ambos emplazamientos se incluye un basamento paleozoico, al que sobreyace en disconformidad, una secuencia carbonática del Triásico-Paleoceno de unos 5000 m de espesor.

Las secuencias a uno y otro lado de la discontinuidad están separadas por ofiolitas del Mesozoico tardío y unidades tipo melange.

¿A qué se deben las filtraciones de gas y por qué arde la zona?

Se conoce la presencia subterránea de metano, etano y propano que se habrían formado según diferentes mecanismos y en distintas rocas madre.

Los isótopos de etano y propano analizados en la zona sugieren un origen termogénico a partir de una roca con alto contenido orgánico, de posible edad entre paleozoica tardía y mesozoica temprana.

La fuente del metano podría ser resultante de una mezcla entre gases termogénicos y abióticos. La fracción termogénica podría corresponder a las mismas rocas madre que los otros dos gases, mientras que la contribución abiótica implicaría reacciones involucrando olivino y dióxido de carbono disuelto o en minerales como grafito, por ejemplo. Un tercer requisito es la presencia de un catalizador como cromita o magnetita, presentes en rocas ultramáficas como las descriptas en el área.

¿Hay algo más para agregar?

Según la tradición oral, antiguamente los marineros se guiaban por las llamas para orientar su navegación, y se dice también que los viajeros que pasan por el lugar se valen de ellas para calentar agua para sus infusiones, o hasta para preparar sus comidas.

Se cree igualmente, que este fuego habría sido el inspirador de la figura mitológica que describe Homero, y de la cual, el monte tomaría el nombre muchos siglos después,

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Un abrazo y hasta el miércoles. Graciela.

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Una efeméride de interés

Mañana 7 de enero se cumple un nuevo aniversario del descubrimiento, realizado por Galileo Galilei, de los cuatro satélites de Júpiter de mayor tamaño.

Como ya hay un post sobre Galileo, hoy vamos a actualizar un poco la información sobre los satélites en general y los de Júpiter en particular.

¿Cómo y cuándo se descubrieron esos «nuevos» satélites?

Si bien, según relatos medianamente informales, ya en el año 364 a.C., el astrónomo chino Gan De habría mencionado la presencia de una «luna» orbitando a Júpiter, el primer registro bien documentado fue de Galileo Glailei, quien ya en 1609 hizo algunas referencias de cuerpos satelitales acompañando a Júpiter. Sin embargo sus descripciones completas datan de 1610, atribuyéndose su publicación al 7 de enero de ese año.

Su descubrimiento fue realizado mediante la utilización de un telescopio de 30x, razón por la cual, sólo pudo establecer la presencia de los satélites de mayor tamaño, que luego fueron reunidos en el grupo precisamente conocido como Galileano, que comprende desde la menor a la mayor distancia del centro de Júpiter a: Ío, Europa, Ganímedes, y Calisto.

¿Cómo fueron denominados originalmente los satélites?

Galileo originalmente asignó a los cuatro satélites que registró, números romanos crecientes según se alejaban del planeta, y por muchos siglos algunos astrónomos conservaron esa tradición, coexistiendo con la que instauró Simon Marius, el astrónomo alemán que al reconocer a Galileo como autor del descubrimiento de los cuatro grandes satélites, les asignó también los nombres mitológicos que se siguen usando en la actualidad, pese a la evolución de la nomenclatura que veremos en seguida.

Al descubrirse el quinto satélite, el astrónomo y divulgador francés Camille Flammarion lo bautizó Amaltea, con lo que los nombres mitológicos se impusieron sobre la numeración romana. Esta tradición se conservó -hasta que apareció la nomenclatura normalizada- reservándose para los satélites de Júpiter los nombres de personajes de la mitología greco-romana que pueden relacionarse con Júpiter, o su equivalente griego, el dios Zeus.

¿Cómo evolucionó con el tiempo la nomenclatura de los satélites?

Fue en 1975, cuando la UAI (Unión Astronómica Internacional) ideó la denominación hoy vigente para cada nuevo descubrimiento de un satélite, y que paso a describir en seguida.
Ante cada nuevo satélite que se describe, automáticamente se genera una denominación alfanumérica de carácter provisional que luego es reemplazada por el nombre que para él se elige. Es interesante señalar que ambas designaciones pueden coexistir por muchísimo tiempo, simplemente porque la bibliografía suele acumularse muy velozmente mientras se discute la decisión de la UIA.

En todo caso, el procedimiento para generar el nombre provisional es:

En primer término se coloca una S mayúscula para indicar que se trata de un satélite, ya que son muchos los cuerpos celestes que se descubren a la luz de las nuevas tecnologías. Inmediatamente se coloca una barra y el año de descubrimiento, un espacio y la inicial del nombre del planeta al que orbita; y por último el número del orden en que se descubrió cada cuerpo en ese año. Así, por ejemplo, S/2017 J 1 corresponde al primer satélite de Júpiter que se descubrió en el año 2017.

Son una excepción los cuatro descubiertos por Galileo, ya que al ser descriptos simultáneamente, si se les quiere aplicar esta fórmula (lo que pocos hacen) deberían llevar en lugar del orden del descubrimiento el orden de distancia creciente respecto a Júpiter.

La propia UIA confiere también nombres propios, tal como les adelanté más arriba, y en el caso de las lunas de Júpiter, salvo Ganímedes que es un nombre masculino, son todos nombres de las figuras mitológicas femeninas que fueron amantes de Júpiter o tuvieron alguna otra relación con ese personaje.

Otro detalle de interés es que en los satélites exteriores a partir de Leda, se usa la convención según la cual se asignan nombres terminados en a, a los cuerpos que describen órbitas directas, es decir que se mueven en sentido antihorario si se observa el polo norte del planeta. Por el contrario, si sus órbitas son retrógradas, es decir que giran en el sentido opuesto, sus nombres terminan en e.

¿Cuántos son en definitiva los satélites de Júpiter que se conocen hasta hoy?

Pasaron un par de siglos desde el descubrimiento de Galileo hasta que en 1892, E. Barnard descubrió a Amaltea. Fueron los siglos XX y XXI los que agregaron más descubrimientos, por dos razones muy lógicas: por un lado el notable avance de los instrumentos ópticos, y por el otro, la posibilidad no despreciable de que la gran masa de Júpiter haya podido capturar en su campo gravitacional cuerpos que pasaban a cierta distancia.

Lo concreto es que hasta el presente se cuentan 95 satélites naturales en el conjunto joviano, que les he reunido en una tabla que ilustra el post.

¿Qué características tienen esos satélites?

Dada su enorme cantidad, es también muy grande su variabilidad, desde cuerpos con un diámetro de 5.262 km, como es el caso de Ganímedes, hasta pequeños viajeros como el S/2003 J 9, cuyo diámetro aproximado es de sólo 1 km.

Los astrónomos han agrupado las lunas por sectores con el nombre de uno de los satélites que los componen. Los del grupo Galileano son los de mayor tamaño, todos con más de 3.000 km de diámetro.

Como dije más arriba, no todas las lunas giran en el mismo sentido y sus órbitas son desde casi perfectamente circulares hasta extremadamente excéntricas, por lo cual tardan en completar su traslación alrededor del planeta tiempos tan breves como unas siete horas o tan prolongados como tres años terrestres.

Podemos hablar mucho más de algunas de estas lunas en futuros posts, tal vez de Ganímedes, ya que por su tamaño se encuentra en el top ten del Sistema Solar.

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Un abrazo y hasta el miércoles. Graciela.

El volcán Erebus y el origen de su nombre.

Les aclaro de entrada que en este post de hoy, no veremos todavía las características geológicas del volcán. Sólo nos referiremos a la mitología que se relaciona con su nombre. En otro post, más adelante, les explicaré las condiciones  más específicamente científicas. Por ahora, confórmense con saber que es el volcán más austral del mundo, y que pertenece a la Antártida Argentina. De todo lo demás ya hablaremos.

¿Qué significa la palabra Erebus?

Según las diversas interpretaciones de los numerosos estudiosos de la etimología, la palabra Erebo o Erebus (según la latinización que ha llegado a nuestros días) deriva del vocablo Ἔρεβος», que significaría sombra, oscuridad, o tinieblas y que habría servido también para designar a «las profundas regiones del inframundo».

Reconoce antecedentes en diversos idiomas, según sea la bibliografía elegida, que incluirían entre otros el sánscrito y el nórdico antiguo, con términos como rayani o røkkr  respectivamente, ambos con el significado de oscuridad.

¿Con qué mitología se relaciona ese nombre?

El nombre ya consolidado como Erebus ingresa en la mitología griega, para explicar tiempos muy primitivos en la creación del mundo conocido. Se consideraba que en el principio de los tiempos, existían cuatro primordiales: Khaos, Gea, Tártaro y Eros, que representaban el desorden, la Tierra, el inframundo y la fuerza creadora respectivamente.

Del caos (o la diosa Khaos) habrían nacido los dioses griegos más antiguos, uno de los cuales fue precisamente Erebus. También la noche Nyx había sido engendrada por Khaos, es decir que eran hermanos.

¿Qué jugosas historias mitológicas incluyen a Erebo o Erebus?

Como ocurre tan frecuentemente en la mitología, aparece una relación incestuosa entre Erebus y Nyx, de cuya consumación nacen otros dioses como Aether, que domina el éter, Hypnos, que rige el sueño, Thanatos, deidad de la muerte, y Geras, el dios de la vejez.

Erebus, como regente del inframundo, recibía a los espíritus de los muertos, en el espacio conocido como Tartarus o Tártaro, invisible para los vivos, pero lleno de intrigas y extrañas interrelaciones.

De hecho fue allí donde Zeus envió a los titanes después de que los derrotó para convertirse en el dios absoluto.

Cuando sus descendientes crearon la Tierra, Erebus fundió el inframundo con la Tierra, llenando con tinieblas los lugares vacíos. Nyx a su vez se ocupó de traer la noche, y Hemera, una de las muchas hijas que ella tuvo por fuera de su relación con Erebus, se unió a él para provocar el amanecer. Tanto es así, que el nombre romano de Hemera era Dies, es decir Día.

Como pueden ver, el nombre del volcán está a la altura de los merecimientos del propio aparato geológico, del que ya hablaremos más adelante. Por eso mismo, espero que este post les haya resultado entretenido, y que no dejen de leer la información geológica correspondiente, en ese futuro texto.

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La Calzada de los Gigantes y sus llamativas columnas hexagonales.

Cuando hace bastante tiempo les dije que la velocidad de enfriamiento de los magmas era importante, por algo lo dije. Y también es importante su ritmo de solidificación cuando de lavas se trata, es decir cuando ya esos materiales ígneos han salido a la superficie. Un ejemplo de ello es la famosa Calzada de Gigantes en Irlanda, de la que hablaremos hoy.

¿Dónde queda la Calzada de los Gigantes, y qué es?

Su nombre en el idioma original, inglés, es The Giant’s Causeway, por lo cual la mejor traducción sería «La Calzada del Gigante», pero el uso ha consagrado el plural (de Los Gigantes) como el más corriente.

Se trata de una zona que comprende las geoformas características de columnas hexagonales casi perfectas en número aproximado a las 40.000.

El sitio se encuentra en Irlanda del Norte, sobre la costa nororiental, y fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1986,​ y Reserva Natural Nacional (National Nature Reserve) en 1987. No obstante está bien documentado que se reconoce como fenómeno digno de mención desde hace al menos cuatro siglos.

¿Cómo se formaron esas columnas?

Como habrán advertido al leer la introducción, la causa de las formas se relaciona directamente con el enfriamiento de la lava, en este caso. La efusión que dio salida a las lavas habría tenido lugar hace unos 16 millones de años, y la composición de las mismas es basáltica, lo que supone un enfriamiento comparativamente rápido. Es el proceso de enfriamiento el que produce esas formas, ya que con el descenso térmico, acontece también una disminución de volumen, según un proceso que es muy propio del basalto.

En otras rocas, el enfriamiento lento da tiempo a un crecimiento de cristales de mayor tamaño que causa a su vez una clara anisotropía en la masa, es decir que ella presenta claras diferencias en el espacio.

En el basalto, en cambio, el tamaño muy pequeño de los materiales que se van solidificando permiten a la masa mantener una gran isotropía (igualdad de las propiedades en todas las direcciones). Por esa razón, cuando el volumen disminuye, lo hace según un patrón que explico a través de las figuras 1 y 2 y que genera el proceso conocido como «disyunción columnar», que se manifiesta en rupturas geométricamente bastante regulares.

En las figuras lo explico, para facilitar la comprensión, en un corte horizontal, pero el fenómeno se produce desde la superficie hacia la profundidad en toda la extensión del cuerpo basáltico, por lo cual el resultado no produce polígonos sino columnas, cuyo corte transversal es el del dibujo. En el gráfico, además me he permitido ciertas imperfecciones que son comunes en la naturaleza.

Figura 1.

En la figura 1, ven en celeste una serie de núcleos de enfriamiento, con la distribución bastante regular que resulta de la isotropía arriba mencionada. Las flechas negras indican el movimiento de la masa en contracción que se va acercando, por decirlo de alguna manera, al núcleo de solidificación.

Esa contracción genera tensiones perpendiculares a los vectores opuestos que se ven en la figura 2. De resultas de dichas tensiones, aparecen los planos de ruptura marcados en rojo (en el corte se ven como líneas, pero son planos prácticamente verticales a todo lo largo del cuerpo ígneo). Ven allí que los diversos planos de ruptura van delimitando las columnas hexagonales de la clásica disyunción columnar basáltica.

Figura 2

Como ven, la explicación es sencilla, aunque el proceso lleva a veces cientos de años. Con posterioridad, la erosión diferencial deja cada vez más separados los basaltos- muy resistentes- del resto de las rocas del ambiente, con lo cual las columnas se hacen cada vez más conspicuas.

Por cierto, en miles de años también ellas acusan el desgaste.

¿Por qué esa forma en particular?

Podría objetarse que la solidificación podría crear otros diseños si nosotros dibujáramos la distribución de los núcleos de enfriamiento  de otras formas. Pero ocurre que ellos se distribuyen de modo tal que al fin del proceso afectan esas formas hexagonales, por la sencilla razón de que los hexágonos son precisamente las formas más eficientes para llenar el menor espacio, sin dejar vacíos entre ellos, para cada volumen material.

Las circunferencias implican aún menor superficie, pero dejan espacios vacíos en sus contactos, y cualquier otra figura ocupa más superficie. En definitiva, la naturaleza sabe lo que hace…

¿Hay formas similares en otros lugares del mundo?

Sí, las hay, aunque no son tan conocidas. Pueden mencionarse como las de mejor expresión, las de Gomera en España, y algunas formas similares en Colombia también.

¿Hay algún ejemplo en Argentina?

Sí, también hay en un par de lugares, como Somún Curá en Río Negro, y las de Lago Cardiel en Santa Cruz. De ese lugar son las maravillosas fotos que ven abajo y que proceden del Instagram de Gon Granja, quien generosamente me ha autorizado a utilizarlas en este post.

¿Qué puede agregarse?

Por un lado, podemos decir que de manera semejante se generan los mud cracks en los fondos secos de los ríos, pero de eso hablaremos en otro post en el futuro.

Y por fín, mencionemos el mito urbano, según el cual esas disyunciones columnares serían «construcciones alienígenas»; por un lado; y la  divertida leyenda irlandesa  que les cuento en seguida.
Según esa mitología, existían dos gigantes, uno de Irlanda llamado Finn y otro de Escocia, de nombre Bennandoner, que se odiaban mutuamente y se peleaban arrojándose rocas, que formaron un terreno firme por el que el escocés cruzó para pelear con Finn. La esposa de este último, llamada Oonagh lo vio venir y comprendió que derrotaría a su marido porque era mucho más grande, de modo que para salvarlo lo disfrazó de bebé. Cuando Bennadoner vio a semejante bebé supuso que el padre sería inmenso, y por eso huyó por la que hoy es llamada la Calzada del Gigante.

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Las leyendas que explican el origen de las Cataratas del Iguazú.

Si bien ya conocen las explicaciones científicas acerca de la génesis y características de las cataratas del Iguazú, hoy sólo quiero contarles dos bellas leyendas relativas a su origen.
Pero empecemos por recordar lo más básico sobre el tema.

¿Dónde están y qué características tienen las cataratas del Iguazú?

Se trata de imponentes caídas de agua localizadas sobre el Río Iguazú que define el límite entre la provincia argentina de Misiones y el estado brasileño de Paraná.

Se encuentran a 195 msn, y la altura de mayor caída es de 82 m. Pero, repito, ya hablamos de ellas extensamente en otro post más científico. Y seguramente también aparecerán en mis anécdotas de viaje, porque las tengo…

¿Qué dice la primera de las leyendas acerca de la formación de las Cataratas de Iguazú?

Según se cuenta, Naipi era una bella india prometida en sacrificio al dios M’boi, señor del río, y proveedor de los peces, alimento primordial de los pobladores de la región.

Sin embargo, en el día mismo en que debía realizarse el sacrificio, que representaría el matrimonio entre la india y el dios, Tarobá, un valiente guerrero, enamorado de Naipi, y por ella correspondido, la raptó para salvarla.

Juntos descendían en canoa por el Río Iguazú, cuando el dios enfurecido se transformó en serpiente y se introdujo en la tierra, realizando enloquecidas contorsiones con su cuerpo, de tal manera que el terreno alteró su forma hasta generar los grandes saltos por los que se despeñó la embarcación de la pareja fugitiva.

Pero el dios indignado quiso perpetuar el castigo para toda la eternidad, y transformó así a Naipi en piedra, para siempre azotada por las aguas del río.

Tarobá, en cambio, se convirtió en palmera, quedando así condenado a observar para siempre el castigo de su amada, sin poder alcanzarla jamás.

Un detalle poético que se agrega en algunas versiones, explica el arco-iris que se observa en las cataratas cuando hay mucho sol, como un puente secreto en el que los espíritus de los amantes pueden ocasionalmente encontrarse, a despecho de la maldición de M’boi.

¿Cuál es la leyenda alternativa?

Esta otra leyenda incluye también a una pareja: Í, princesa de las tierras altas, y Guaó, príncipe guerrero de los territorios inferiores. Los pueblos de ambos monarcas vivían en guerra, de modo tal que los dioses Tupác y Jaci, concertaron el matrimonio entre los dos jóvenes herederos para establecer la paz tan necesaria.

Sin embargo, en el camino para encontrarse con Í, el príncipe Guaó fue herido de muerte  por una flecha de los guerreros de Í que no querían la paz.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano, el príncipe, llegó no obstante a encontrarse con la princesa, quien sólo logró abrazarlo en su suspiro final. Con el cadáver de su amado entre los brazos, Í lloró de tal manera, y con tanta abundancia que sus lágrimas dieron origen a las Cataratas que hoy vemos.

Si me lo preguntan a mí, prefiero la otra versión, porque esa serpiente que agita la tierra, alude de alguna manera a los cambios estructurales que ocurrieron en la historia geológica de la región, pero eso ya es parte de otro post.

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P.S.: La imagen que ilustra el post es de De Spouse of Leonard G. – Trabajo propio, Dominio público,

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