¿Cómo se reconstruyen los fósiles?
Cuando uno observa en los museos las reconstrucciones de seres que desaparecieron de la faz de la Tierra, a veces millones de años atrás, y de los que solamente se han recuperado porciones incompletas y no siempre del todo bien conservadas, cabe preguntarse cuánto hay de fantasía en el armado de esos ejemplares que hoy se exhiben para nuestro conocimiento.
Y si además tomamos en cuenta los muchos seres mitológicos que se crearon en el imaginario colectivo, muy probablemente a partir de interpretaciones erróneas de hallazgos reales, no nos debe extrañar que haya ciertas miradas socarronas al respecto.
Pensemos por ejemplo en el centauro. Es muy posible imaginar que restos incompletos de un caballo y su jinete hayan sido imaginados juntos, dando por resultado un ser medio humano y medio equino (no estoy hablando de ningún político actual, que conste). El pegaso podrá haber resultado de encontrar un caballo cerca de los despojos de un águila y así al infinito.
Pero además, a lo largo de la historia de la Paleontología, también hubo representaciones totalmente equivocadas antes de que se sentaran los principios científicos que hoy rigen el proceso de reconstrucción de los fósiles. De ellos (de los principios, no de los errores históricos, digo) vamos a hablar hoy.
¿Cuáles son los principios en que se basa la reconstrucción de los fósiles?
Los más básicos entre los principios que se aplican al intentar la representación de los seres que hoy ya no existen son:
- Principio del actualismo biológico.
- Principio de la anatomía comparada.
- Principio de la correlación orgánica.
- Principio de la correlación funcional.
Por cierto, según se avanza en el conocimiento, esas bases se van ampliando, ya que comienzan a comprenderse otras relaciones no menos importantes, tales como las interacciones entre diversos seres vivos, que comparten por ende un hábitat, en el complejo tejido que constituye la ecología.
Así pues, hoy el descubrimiento de determinadas especies en sitios donde ya se han descrito otras mejor conocidas, permite imaginar cuáles serían las necesidades de los organismos para enfrentarse a ciertas características ambientales. Ese previo conocimiento permite suponer, por ejemplo, pelajes más gruesos en ciertas especies, porque otros hallazgos en el lugar permitieron definir ambientes fríos, donde esa particularidad es esperable.
En otros caso, conocer las peculiaridades de los animales que eran presa en un sistema ecológico dado, puede arrojar cierta luz sobre los requerimientos de los correspondientes depredadores. Mal podríamos imaginar la coexistencia de hervíboros del tamaño de los dinosaurios, con animales cazadores del tamaño de un chihuahua. Grandes presas implican grandes carniceros como el Tiranosaurio, por ejemplo.
Pero volvamos a los principios clásicos de la reconstrucción de fósiles, que están enumerados más arriba.
¿Qué dice el Principio del actualismo biológico?
Algo que se parece mucho a lo que dice el actualismo geológico, del cual ya les he hablado bastante, y que puede expresarse también con el mismo postulado: El presente es la clave del pasado.
En definitiva, no hay muchas posibilidades de error si se asume que los seres del pasado (que en muchos casos hoy encontramos solamente como restos fósiles) estaban organizados tanto orgánica, fisiológica y hasta socialmente según las mismas leyes físicas, químicas y biológicas que rigen a los organismos presentes, y tenían además sus mismas necesidades
Conocer este principio posibilita reconocer que si los seres vivos pluricelulares de hoy tienen tejidos, aparatos y sistemas diferenciados según las funciones a que están destinados, también los habrán tenido los seres vivos del pasado remoto.
Otro tanto puede decirse de principios tan sencillos como asumir que las formas aplanadas observables en los peces de aguas profundas, donde ése es el mejor diseño para tolerar la presión hidrostática, debieron ser también en el pasado las estructuras comunes.
Si hoy los reptiles ponen huevos, sus equivalentes fósiles (dinosaurios, por ejemplo) también lo harían. Y así podríamos seguir enumerando ejemplos.
¿Qué es el pricipio de la anatomía comparada?
Como ya he señalado en éste y otros posts, los restos fósiles pueden ser muy incompletos, y estar muy mal conservados, pero una vez que se establecen algunos grados de similitud con organismos vivientes, y apoyados sobre el actualismo biológico, las partes ausentes pueden reconstruirse a través de la comparación entre las formas de los seres encontrados y sus equivalentes o descendientes actuales.
Así pues, a nadie se le ocurriría hoy poner los apéndices locomotrices de animales terrestres arriba del resto del cuerpo, ya que se asume que estarían en contacto con el terreno por el que se debían desplazar, como lo están hoy.
Si hoy los seres bípedos (supongamos, las aves) tienen las patas en la porción inferior del cuerpo, cualquier representación de un ave del pasado llevará sus piernas en igual posición.
¿Qué expresa el principio de la correlación orgánica?
Este principio se debe a Cuvier, un grande de la Paleontología que será tema de numerosos encuentros en este blog, porque lo amerita sin ninguna duda.
Lo que él enunció es que cada ser orgánico forma un conjunto coherente en que todas las partes se complementan, entre sí, de manera tal que completar un ejemplar a partir de unos pocos de sus restos es posible.
En otras palabras, si existe una gran cabeza, habrá un cuello capaz de sustentarla, y si el troco es muy pesado, las patas correspondientes deberán ser proporcionalemente robustas.
Por otro lado, si un fósil presenta garras propias de un cazador, sus dientes deberán adecuarse a una dieta carnívora y así sucesivamente.
El no respetar (por desconocerlo en ese tiempo) este principio fue la fuente de numerosos errores de reconstrucción y de muchos mitos.
Hoy ningún paleontólogo pondría alas a un cuadrúpedo del tamaño de un caballo, pues no hay correlación orgánica entre el peso de su cuerpo y sus patas de corredor con la posibilidad de remontar vuelo.
¿Cuál es el principio de correlación funcional?
Este principio se relaciona íntimamente con el anterior, y generalmente se aplican juntos.
No solamente los órganos deben ser compatibles entre sí, sino que además deben tener una función reconocible en el organismo analizado.
De haberse respetado este principio, tampoco se habría inventado un ser fabuloso como la sirena, ya que en un ser acuático, el sistema respiratorio que se le atribuyó de la cintura para arriba, no tenía ninguna función. En tal caso, por un lado, los órganos representados no se correspondían con ninguna función, y las funciones supuestas en la sirena tampoco se correspondían entre sí, ya que la cola apta para nadar no es compatible con la función respiratoria de un tronco humano.
Aquí fallaban tanto la correlación orgánica como la correlación funcional.
¿Cuánto de fiables son las representaciones hoy aceptadas como veraces?
Tan fiables como todo el contenido de la ciencia, es decir, son válidas hasta tanto se descubra algo que dé por tierra con su veracidad.
Y nunca debemos olvidar que siempre hay un espacio librado a la interpretación personal de los científicos participantes en la reconstrucción. Como lo hay en todos los modelos teóricos que representan la realidad, pero no son la realidad misma.
El grado de incertidumbre aumenta con la antigüedad de los organismos representados, puesto que son necesariamente más escasos los fósiles que no han sufrido alguna modificación posterior a su sepultamiento, cuando el tiempo transcurrido desde entonces es del orden de millones de años.
La mayor certidumbre en cambio se da en los organismos que se han encontrado conservados en brea, en hielo, en ámbar o momificados.
Por hoy creo que ya tenemos bastante, de modo que los espero el miércoles, con la habitual gacetilla. Un abrazo, Graciela.
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P.S.: La imagen que ilustra el post corresponde a un mural del Dinosaur Hall (National Museum of History, de Los Ángeles) , en el que se representa al gigantesco Mamenchisaurus, y fue realizada por Julius Csotonyi.