La geóloga más peligrosa del lejano oeste
Hoy estoy trayendo una anécdota de la vida real desde mi otro blog¿Y si hubiera una vez?-, y lo hago porque esto ocurrió con motivo de un viaje profesional a un evento científico en Alemania.
En noviembre de 2006 fui invitada a dar una conferencia central en un Workshop en Hanover, Alemania, y allá partí con mi valijita. Prolijamente empaqué para bodega todo lo que sabía que estaba prohibido llevar en cabina.
Cosas como mi set de manicura, que incluye un alicate o el kit de costura para emergencias en viaje, que tiene una tijerita, etc etc. Tuve también la precaución de sacar del equipaje de mano, los perfumes y aerosoles que por alguna razón consideran peligrosos, y OBVIAMENTE, puse en el fondo de la valija para bodega, mi aerosol de gas pimienta, fiel compañero de tantas andanzas, con el que me siento protegida en cualquier lugar del mundo, por desconocido y hostil que pueda resultar.
Por eso me causó mucha gracia ver en el mostrador de la aerolínea, mientras hacía el check in en Ezeiza, un cartelito con advertencias definitivamente ridículas. Decía textualmente (y puede atestiguarlo quien haya viajado en esa época, cuando hubo uno de los tantos picos paranoicos de seguridad aérea que por suerte han aflojado en estos dos últimos años) «Prohibido embarcar en equipaje de mano: cuchillos, tijeras, cortaplumas» y seguía un largo etcétera en el que se incluía «granadas de mano». Como cualquiera de ustedes lo habría hecho en mi lugar, me largué a reír pensando «¿Habrá algún bolud tontuelo que pretenda viajar con una granada de mano en el bolso? ¡Por favor! ¡Ridículo!» Bueno, pero…
Dspués de disfrutar una semanita en Hanover, con todos los gastos pagados por el Instituto de Investigaciones Geológicas, y habiendo recorrido ciudades y bosques, protegida por mi amado aerosol de defensa personal, embarqué nuevamente, rumbo al terruño.
Un poco más adelante que yo, un alemán tuvo la mala suerte de que se le rompiera la manija con la que arrastraba su valija y sencillamente la sacó, haciendo su registro con esa varilla rígida inocentemente en la mano. Como surgidos de la nada, aparecieron dos patovicas tamaño alemán extra large. (¿Se dirá Patoviken?) y lo sacaron de las pestañas, exigiendo una explicación para esa especie de bastón que podía usarse (según ellos) en un contundente ataque. (¡Pero por favor! Si esas manijas se doblan si le llegás a cargar un pañuelo de más al bolso) El caso es que lo revisaron entero, y hasta después de que hubo demostrado la inocencia del adminículo, se lo quitaron, lo reconvinieron, y con expresiones de repulsa lo dejaron pasar.
Yo miraba y pensaba «¡Pobre tipo, rompérsele justo acá la valija, con estos paranoicos en plenas funciones!»
Mientras tanto, la cola había avanzado, de modo que llegó mi turno. La empleada del check-in revisó mi bolso de mano con cierta displicencia, pensando seguramente «esta boludita ¿qué puede tener de peligroso? Luego me pidió la riñonera, la abrí maquinalmente y ella prorrumpió en germánicos alaridos:
-«¡Es gibt eine Waffe! ¡Waffe!- o sea, ¡Hay un arma! ¡Arma!
Y, sí, mi amado aerosol le sonreía inocentemente desde el fondo del bolsito. Lo había olvidado por completo.
Los patoviken, que ya estaban algo excitados, volvieron a corporizarse a mi lado con cara de solución final.
¡Merde! -pensé- ¡están grandotes los monos!
Debí recurrir a mi sentido del humor, que ocultó muy bien el K Gaso y me eché a reír, explicándoles en mi mejor alemán, que soy una ancianita sudaka, acostumbrada a moverse sola por el tenebroso tercer mundo, plagado de irracionales e incivilizados delincuentes, con ese aparatito como único seguro anti violaciones («ya quisiera» habrán pensado los tipos) secuestros, y asesinatos en ocasión de robo.
Hubo un largo diálogo conmigo, y conciliábulos entre ellos, mientras yo derrochaba sonrisitas cómplices, modelo «ancianita bolu despistada metiendo la pata sin ninguna mala intención» y mi aerosol iba a parar al canasto donde retenían cosas mucho más inofensivas, como una lima para uñas o un shampoo.
Finalmente, me midieron con la vista, sopesaron mi amenaza y decidieron dejarme pasar con un par de advertencias:
-Agradezca que está en Hanover (aeropuerto pequeño, si se quiere- digamos como el de Córdoba-) y no en Frankfurt (aeropuerto monstruoso al que se dirigía mi vuelo, y que es un nudo de entrada a toda Europa). Y tiene suerte de hablar el idioma. Si no hubiera podido explicarse tan bien, quedaba detenida acá mismo.
Lo dijeron muy amistosamente, porque con un par de chistes cordobeses debidamente traducidos, ya éramos cumpas. Lo cual es lógico si se comparan los chistes cordobeses con los alemanes.
-¿Me devolverían el aerosol? Cuesta como 10 €.
Cuando vi su mirada asesina, me apresuré a aclarar
-¡Es un chiste, es un chiste! Y me zampé sin demora por la puerta, antes de que se arrepintieran
Por eso digo que pudo ser peor, pero nunca tan malo como desperdiciar un fin de semana. De modo que a disfrutarlo y hasta la próxima. Besos Graciela.
La ilustración de este post es obra de Dayana, quien incorporó una foto mía en un cartel que según cree va a hacer las delicias de mis alumnos de la Facu. Puede que sí, pero por lo menos, se me ve con una alta cotización. 😀
Y si hay gente nueva en esto de los blogs y todavía no aprendieron muy bien cómo interactuar, vayan a estudiar en este link
Un abrazo y buen fin de semana, Graciela.
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Un abrazo y hasta la próxima. Graciela.
Vaya… por poco y tenís que sacar el karate o aikido que te habrá enseñado Mikartita. Por lo menos ahora con que te vean desnudo se quedan tranquilos…
Por cierto, tuve que buscar eso de patovica…
Hola, Terox, por si no lo encontraste, patovica es un término del lunfardo argentino que hace referencia a los guardias de seguridad de las discos y lugares similares. Es un término que se inventó no sé cómo, y por eso no tenía más remedio que inventarle una traducción al alemán. Un beso Graciela
¡Qué bueno!!! No tenía idea. Gracias, Terox, pero ¿sabés qué es lo más divertido? Que estoy aprendiendo lunfardo argentino de la mano de un costaricense 😀
Graciela, la etimologia es bien divertida… al parecer se trata de un criadero de aves… Patos Vicca, especializados en grandes pechugas…
Hola, Melina, si te divierten las anécdotas deberías ir a mi otro blog ¿Y si hubiera una vez?, donde cuento no solamente las geológicas, como aquí. (De paso le hago propaganda, jejeje)
Respecto al aerosol, sí lo usé una vez. Pero es una historia que, siendo proteccionista activa, me avergüenza un poco, porque tuve que usarlo para defenderme del ataque precisamente de un perro. Intenté evitarlo, pero cuando el ataque demostró toda su violencia, no me quedó alternativa. Me destrozó la ropa, pero no alcanzó a lastimarme porque usé el gas pimienta, justamente.
jaja…buenisimo….eso si! menos mal que sabes el idioma!….che, y a todo esto, usaste alguna vez, en alguna situacion tu aerosol?
segui contando anecdotas….son divertidas