Hoy un texto literario
El que sigue es un relato escrito y enviado por un asiduo lector del blog, que me pide que reserve su nombre. Como me ha gustado mucho, lo comparto para que lo disfruten.
La pendiente se empinaba conformando un ascenso más duro, el arroyo vibraba sonoramente impulsado por la energía que explica provisoriamente algo de la relojería del universo. Repentinamente su cascado rumor cambió, la batuta del maestro supremo había desplegado un bosque (mejor: la ley de evolución de las especies lo hizo prosperar en la cara que recibe más luz en el valle serrano); umbrosidad, frescor, el follaje del Aguaribay-Molle filtraba ruido y luz, y aunque el arroyo estaba ahí, parecía haberse angostado dado el menguado volumen de su sonido. Probó nuevamente del sencillo fenómeno retrocediendo unos pasos y volviendo a internarse en el bosquecillo; otra vez exaltado negaba a esa burbuja de bálsamo natural la causa del cambio tonal del sonido ambiente y pretendía la presencia de los duendes encantados dando bienvenida a su alma sutil. ¿Acaso no hay quienes refieren que seres superiores con tecnología inimaginable visitan regularmente cierta aldea serrana instalando centrípeta atracción a almas sensibles?
Luego llegó a un punto donde el arroyo recibía el aporte de otra vertiente. Una saliente de las rocas formaba balcón y daba refugio, miró hacia atrás el valle de un verde menguante y al final una mancha plateada, las salinas pensó, mientras el arroyo corría hacia su triple destino, vida subterránea, sal y nube.Por fin el salto del Tomillo y su nombre prestado por la hierba aromática europea y ahora adosado a nuestra Peperina serrana. Despojado de la ropa se zambulló nadando con fuerza contra la corriente de la mítica laguna hasta alcanzar la pared del chorrillo. Luego buceó dejándose arrastrar por el agua entregado a su poder disolvente.
Tendido a lo largo descansó sobre una roca de granito pulido; entrecerró los ojos aguzando la mirada en la pared del flanco erosionado, reparó primero en una ranita trepadora, delirante, asoció un común anfibio con signo premonitorio del ensueño arcano, luego lo encegueció el brillo de las vetas, ¡eran minerales preciosos! filones de ópalo, corindón y jadeíta, también del ponzoñoso cinabrio. Aceleró sus arrebatos ilusorios y febrilmente calculó costos de explotación, tasas de ganancia y retorno. Así estaba cuando vio a la mujer de tez trigueña, llevando como única vestidura un velo sujeto entre sus senos con fíbula rhea-forme, dejaba traslucir su cuerpo y lo observaba con rostro amable, él aún tendido en su desnudez, intentó cubrirse pero algo lo detuvo; emanaba de ella, especie de Astarté y deidad Inca, una calidez irresistible al abrazo envolvente. Ya erguido y a su frente extendió temblorosamente los brazos para alcanzar ese cuerpo deslumbrante.
Entonces despertó e inicio el descenso, la montaña le había deparado la magia tan buscada.
Los espero el lunes con un post científico. Ojalá hayan disfrutado este hermoso relato. Graciela.