El peso de la prueba, de Michael Innes
Hoy comparto con ustedes el primer párrafo de una novela de Michael Innes, natural de Edimburgo, y por mucho tiempo profesor en la Universidad de Adelaida, Australia, quien obviamente sabía de qué hablaba cuando escribió lo que sigue, extraído de su policial El peso de la prueba.
Si bien la novela fue publicada en la década del 40 (y ya es siglo pasado) conserva -ese parrafito al menos- una sorprendente actualidad.
Rápidamente se llegó a la conclusión de que Pluckrose había sido asesinado. La simple inspección del cadáver patentizaba que sólo había otra posibilidad: la que los abogados llaman intervención divina y, ésta, de una naturaleza abiertamente en contra de todas las leyes naturales. De cuantos tenían relación con el suceso, quizá tan sólo el profesor Prisk consideró la fatalidad tan feliz como para hacer plausible esta explicación. Y sin embargo, entre Prisk y Pluckrose no existía, al menos tal era la opinión general, ningún motivo profundo de animosidad. Simplemente, habían sido obligados a compartir el uso de un teléfono. Así son las antipatías del claustro.
Por si eso fuera poco, bastante más adelante, en la misma novela, escribe:
… Mas el enigma principal lo constituía el mismo Pluckrose. ¿Era su proceder- lo que de éste había salido a la luz- susceptible de alguna explicación racional? ¿O hallábase en lo cierto el vicerrector? Una cosa a recordar sobre los profesores: Se vuelven locos.
A mí me divirtió ¿y a ustedes? Un abrazo, Graciela
Tenés que dejar de dar clases IPSO FACTO!!!!
Demasiado, tarde, Terox, hace rato que perdí la cordura…
Yo lo que quiero perder es la gordura…
Nunca te imaginé gordo, Terox, y vos me imaginaste cuerda, parece que nos conocemos poco, al final, 😀
Ah, con solo ver a Oberón… por algo dicen que los perros se parecen a sus dueños! jajaja
Me parece que estás buscando elogios, Terox, Oberón era algo formidable