Un texto de Ángeles Mastretta

Ustedes pueden darse el lujo de recibir un servicio gratuito: alguien que lee por ustedes, y les presenta textos increíbles, simplemente porque se relacionan con la ciencia que nos convoca.

Hoy es un párrafo de «El mundo iluminado» de Ángeles Mastretta, dueña de un talento especial en el manejo de la palabra.

…Los volcanes estaban ahí siempre, como el cielo y la tierra, como la catedral y el zócalo. El nueve de octubre de 1949, en una expedición a escalarlo, murieron dos personas. Yo nací ese día y debo tener en un hueco del inconsciente, la memoria precisa de tal expedición. Debe ser por eso, que así como no le temo al mar, porque no nací cerca de las historias de horror que lo rodean, no trato a los volcanes sino de lejos. Dicen que el mar se traga a las personas, que muchos no vuelven de su encuentro con él, que es ruin, implacable y misterioso. Eso mismo digo yo de los volcanes. Están ahí para mirarse, para preguntarles cosas: ¿Cómo era el mundo cuando ellos despertaron? ¿Qué pensaban los aztecas? ¿Qué odio lloraban sus enemigos? ¿Qué ambición y qué sueños rumiaban los españoles que los pisaron por primera vez? ¿Qué hay de cierto en la leyenda de sus amores? Están ahí para contarnos victorias secretas y guerras desconocidas, pero no para transgredir la soledad de sus cumbres. Porque así como saben del mar quienes nacieron acunados por su música, sabemos que son arduos los volcanes quienes nacimos bajo el silencio implacable de sus cúspides.

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